lunes, 12 de septiembre de 2022

El botijo, ¡vaya invento!.. 12 septiembre 2022


Este verano ACCPAME ha publicado el cuaderno "Palabras de Escucha: un diccionario contra el olvido", una recopilación de palabras con gran valor sentimental, unas casi olvidadas, otras desgastadas, pero todas ellas parte de nuestro patrimonio etnográfico. Entre estas joyas encontramos el botijo, o la "boteja", ¡menudo invento! y lo bien que nos hubiese venido este caluroso verano. Antes, era imprescindible en los patios de las casas o cuando se realizaban la siega o la trilla. Pero, ¿sabes cómo funciona? ¿Por qué se mantiene el agua más fresca? 



El origen del botijo se dibuja en paralelo al de las civilizaciones que descubrieron la utilidad del barro cocido para crear utensilios y herramientas. Para remontarse al nacimiento de este recipiente hay que viajar mentalmente unos 5.500 años hasta Mesopotamia. Aquí comenzó el desarrollo de las primeras técnicas y usos con barro cocido.

Han tenido que pasar miles de años para que los académicos se fijaran en esta nevera natural para el agua y estudiaran la fórmula por la cual si uno acerca a un botijo, lo agarra por el asa y se lleva el pitorro a la boca, se puede disfrutar de un momento de frescor natural que ya quisieran las pastas de dientes modernas.

En 1990 Gabriel Pinto y José Ignacio Zubizarreta, profesores de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) se pararon a pensar y dibujaron sobre una pizarra la fórmula que descubre el efecto refrescante del agua en el interior de un botijo. Tal repercusión tuvo sus estudios que se publicaron en 1995 en un artículo de la revista estadounidense Chemical Engineering Education.

Carlos Gámez (20 Minutos)






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