viernes, 2 de julio de 2021

Insultos con la letra "L" en Escucha y Valdeconejos

Esta sección está pensada para que reflexionemos sobre lo que decimos estas vacaciones, con un toque de humor. Seguimos con algunos insultos de Escucha y Valdeconejos que se solían decir antes y que muchos han desaparecido. Antes, también ahora, se utilizaba la llamada pedagogía despectiva que deberíamos desterrar en cualquier relación familiar o social. Hoy traemos expresiones con la letra "L". 
Las viñetas corresponden a la publicación "Cuentos baturros" de T. Gascón.
La selección de palabras es del libro "Insultar en Aragón" de Pascual Miguel Ballestín)


Antes se utilizaba el apelativo ladrón para referirse no tanto al que robaba sino para el zagal que era un diablillo, un poco pilluelo y traviesote. A los chicos, y no tan chicos, que les gustaba mucho el dulce y eran golosos se les tildaba de lamineros o lamineras. Estos piropos solían decirse en tono divertido y sin malicia, algo que no ocurría cuando a una mujer se le decía lagartona referido a que era un tanto fácil o descocada.

Cuando de alguien se decía que era muy largo no se refería a que fuese alto, sino a que era astuto, pillo y granuja. Algo similar era el lebrel, persona de cuidado y muy mirada para lo suyo, un avaricioso, al que a veces se decía lobo (ambicioso y glotón). Todos conocían algún lameculos que era alguien pelotillero y adulador en exceso.

Y había dichos bastante despectivos; cuando a uno se le decía lelo, nombraba a la persona un tanto inocente o que era tonto y memo; no es lo mismo que el locatis, un alocado. Lagañoso o legañoso, se extendía al que era un tanto pordiosero, guarro o mísero. También se llamaba lamparoso al que iba lleno de lámparas o manchas y peor lo tenía el lisiau que se decía del que tenía algún defecto físico. Lurdo representaba al torpe.

Lengua dalla era el que tenía una lengua viperina, un deslenguado que, además, ofende y lengua de fuego al que blasfemaba o decía palabrotas. Lengua de trapo se decía del que no pronunciaba bien, también, en modo simpático, a los más pequeños cuando aprendían a charrar. Lengua larga mencionaba al que no sabe guardar un secreto y que siempre va con chismes, cercano al lengudo, que habla mucho, critica en exceso y es un chivato. Lorito no era ningún animal sino el que repite todo de manera insulsa. Y al que se quejaba en exceso, de todo, era un lloricas

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