Diccionario de insultos en Escucha y Valdeconejos
Estos son algunos de los "piropos" que se echaban nuestros abuelos de Escucha y también de Valdeconejos, son palabras que muchos/as jóvenes de hoy no sabrán lo que significan. Antes, también ahora, se utilizaba la llamada pedagogía despectiva que deberíamos desterrar en cualquier relación familiar o social. Hoy traemos algunos "palabros" con la letra "G". ¡Ah! y que conste que las palabras referidas no solían expresarse a la cara, lo que dice bastante de quien las empleaba.
(Selección realizada de la publicación "Insultar en Aragón" de Pascual Miguel Ballestín)
Si a alguien se le decía gabacho se le estaba tachando de cobarde, falso y, también, vago, apocado o que apenas tiene vigor. A veces, se hablaba de una cuadrilla, no solo de una persona y se tildaba de gabilla a un grupo de personas de poco fiar, revoltosos y un poco pendencieros. Otro apelativo típico, que ahora da nombre a un festival, el de artes escénicas en Pancrudo, era gaire, para referirse al chico enredón, que siempre está haciendo tonterías; en su sentido más despectivo era el gamberro o truhán. Algo parecido era el gaitas o gaiticas, el títere que no paraba de inventar cosas de comediante. En ocasiones se hacían comparaciones con animales, como el gallina que se apodaba al cobarde; sin embargo, gallito era aquel chulo o presuntuoso. Ganso era el insulso, lento o soso. Algo parecido era al que gustaba de holgazanear y se le apellidaba gandul o golfo y, a veces, se le conocía por güebazos o güebón. Y gato escaldao es uno que está escarmentado, que es temeroso de todo. Gorrino se decía del que era sucio en el vestir o en el hablar; parecido al guarrindongo. Y el güitre se apropiaba de todo lo ajeno, y se ceba en la desgracia ajena. Y para acabar con esta fauna, el gurriato era alguien un poco pillo y el gurrión el ladino y oportunista, del que te debías cuidar…y un insulto genérico, que resumía todas sus miserias, era cuando se decía de alguien gusano o gusarapo.En lo que respecta al físico nadie tenía la culpa de tener las piernas delgadas, sin embargo se le tachaba de garras de alambre o garrillas; y si sus piernas eran cortas, pues garricorto, y lo contrario, garrilargo. Y no tenía nada que ver con el físico el garrulo, que era como se conocía al paleto. Y quien era un poco gordo no se libraba de que se le dijera gordinflo o gordinflas, por no decirle está gordo como un tocino. Al melenudo o si uno iba despeinado se le bautizaba de greñudo. Y a veces, el piropo llevaba a equívoco, como cuando se decía guapo a uno que era “menudo elemento” o del que no te podías fiar; algo así cuando se decía de alguien que era güeno, referido al travieso o mala gente.
La mujer tampoco se escapaba de estas finuras y se llamaba gobernanta a la que era mandona, incluso en asuntos que no eran de su incumbencia; en el otro género, hablaríamos del gobernudo. Grillau se conocía al que era un poco alocado o irreflexivo y el gruñon, el que no paraba de rezongar en voz baja, siempre quejoso. Pero no todo era en negativo, si uno estaba güeco es que se mostraba orgulloso o satisfecho por algo.
Estos son algunos de los "piropos" que se echaban nuestros abuelos de Escucha y también de Valdeconejos, son palabras que muchos/as jóvenes de hoy no sabrán lo que significan. Antes, también ahora, se utilizaba la llamada pedagogía despectiva que deberíamos desterrar en cualquier relación familiar o social. Hoy traemos algunos "palabros" con la letra "G". ¡Ah! y que conste que las palabras referidas no solían expresarse a la cara, lo que dice bastante de quien las empleaba.
En lo que respecta al físico nadie tenía la culpa de tener las piernas delgadas, sin embargo se le tachaba de garras de alambre o garrillas; y si sus piernas eran cortas, pues garricorto, y lo contrario, garrilargo. Y no tenía nada que ver con el físico el garrulo, que era como se conocía al paleto. Y quien era un poco gordo no se libraba de que se le dijera gordinflo o gordinflas, por no decirle está gordo como un tocino. Al melenudo o si uno iba despeinado se le bautizaba de greñudo. Y a veces, el piropo llevaba a equívoco, como cuando se decía guapo a uno que era “menudo elemento” o del que no te podías fiar; algo así cuando se decía de alguien que era güeno, referido al travieso o mala gente.
La mujer tampoco se escapaba de estas finuras y se llamaba gobernanta a la que era mandona, incluso en asuntos que no eran de su incumbencia; en el otro género, hablaríamos del gobernudo. Grillau se conocía al que era un poco alocado o irreflexivo y el gruñon, el que no paraba de rezongar en voz baja, siempre quejoso. Pero no todo era en negativo, si uno estaba güeco es que se mostraba orgulloso o satisfecho por algo.
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