domingo, 12 de julio de 2020

Diccionario de insultos en Escucha y Valdeconejos

Estos son algunos de los "piropos" que se echaban nuestros abuelos de Escucha y Valdeconejos, son palabras que muchos/as jóvenes de hoy no sabrán lo que significan. Empezaremos por la letra "A".
(Selección realizada de la publicación "Insultar en Aragón" de Pascual Miguel Ballestín)

Cuando a alguien se le tachaba de ababol venía a significar que era un tanto ingenuo e inocente, algo lelo, aunque a este le sentaba mejor lo de alelau (que no se entera de nada de lo que le dices, está como ido). Algunos sinónimos podrían ser alunau (que está en la luna), abobau (el que está como absorto), amochau, apampanau, apamplinau, atolondrau, aplatanau o atontolinau. Había quien estaba abatido por algo, por lo que se encontraba aplanau.


Al que era pequeño o enfermizo, que siempre se encontraba triste, se le bautizaba como apocau y si era raquítico se le decía arguellau

Si fulano estaba apocilgau apoltronau venía a ser que estaba sin ganas de hacer nada, todo lo contrario que el alparcero, el que siempre está fuera de casa. Entre estos, el andurriano era aquel vecino que era de cuidado, a veces un poco alocau, poco talentoso. Artista se llamaba al que era un poco granuja. Si uno salía mucho de su hogar o visitaba con frecuencia la taberna del tio Sanz, se arriesgaba a volver a casa un poco achispau alumbrau, que viene a ser lo mismo. Entre estos, el que no cuidaba de sus cosas y era derrochador se le calificaba de abandonau.


También había quien no se gastaba ni un duro en boinas ni en albarcas era un agarrau, nunca invitaba a sus amigos y solía ser muy abarizioso. También era popular el apegadizo que solía ser, además de pesado, un gorrón. Y en este paquete solo faltaba el agonías que era esa persona que siempre te estaba contando sus penas.

Aquel que era un tanto raro se le decía antojadizo y al que estaba sin civilizar se le consideraba asalbajau. Aspro era aquel de trato desagradable, antipático y bastante arisco, que no es lo mismo que  el adán, aquel escuchano que no se cuidaba, iba desastrao, no se ponía guapo ni el día de San Juan.


Otro tipo de persona era el abentau, que lo hacía todo deprisa y corriendo, algo parecido al afanoso, el que como si le fuera a faltar, algo parecido al azelerau o azacanau.

Siempre había algún acusica, el que siempre se iba chivando de cosas, pero el que más se enteraba de todo lo que pasaba en el pueblo era el alcagüete, que siempre ponía la oreja para enterarse de todo, por ejemplo de si alguno estaba amigau, o sea, que vivía con una que no era su mujer. Ahora bien, si alguien entendía de todo, era el abogau de secano, todo un ilustre sabedor y resolutor de litigios. Acabamos esta relación de piropos y de calificativos de los que no se escapa nadie con el agüebau, ese que no se atrevía a nada.











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