Insultos en Escucha y Valdeconejos... 15 agosto 2021
Esta sección está pensada para que reflexionemos sobre lo que decimos este verano, con un toque de humor. Seguimos con algunos insultos de Escucha y Valdeconejos cuando se utilizaba la llamada pedagogía despectiva que deberíamos eliminar de nuestro diccionario. Hoy traemos expresiones que comienzan con "ma". Las viñetas corresponden a la publicación "Cuentos baturros" de T. Gascón.La selección de palabras es del libro "Insultar en Aragón" de Pascual Miguel Ballestín)
A Escucha venía a comprar pieles el tío malacara, apodo con el que también se
conocía al que se mostraba ceñudo o enfadado. Mardano, otro piropo, se dedicaba al que era un tanto basto, burro
o borrego. Maromo se decía de aquel
bruto y sin modales. El que era tranquilo, cachuzo o duro de mollera era
conocido por mastuerzo o maula si era de poca utilidad.
En cuanto a las costumbres, al que era algo vicioso,
se le tildaba de malacostumbrau. Peor
era el malafolla con que se designaba
a uno muy malintencionado, algo parecido al malaidea, que hacía las cosas con mala fé. En este sentido encontramos
el malaleche, referido al que tiene
mal humor o muy mal genio, similar a malaostia
o malasangre, malasombra, malaspulgas. En general, malapieza
era uno considerado mala persona o travieso. Otro que por ahí andaba era el malalengua, en este caso dicho del
faltón, aquel al que le gustaba insultar. Y en esta lista, aunque no era tan
malo, aparece el malandrián, que era
un malvestido. Malo no se consideraba al malastrazas,
sino torpe o sin maña, un manazas, un manirroto. Otra cosa, que le podía
pasar a cualquiera era la malapata,
malasuerte, aunque también se decía, en sentido no muy amigable, del que cojeaba.
Tampoco la mujer salía bien parada si se la conocía como malapecora, referido a su mala conducta. Y en uno de los escalones
más bajos encontramos al malmetedor,
cizañero y emponzoñador, que no es lo mismo que manifezero, que se entrometía en las cosas y conversaciones de los
otros. El mariador era un liante,
embrollador y pesado; el pesado y pelma matraco,
matraca
o matracas.
A algún chico, y no tan chico, era sentenciado como malcomedor, si comía poco o solo de las
cosas que le gustan y maljenio si
demostraba enfado o mal carácter. Malcarau,
sin embargo, era el descarado y maleducado, en fin, un malcriau; si además añadía desobediencia se convertía en malmandau. Existía el zagal muy
travieso, lo que es lo mismo, malo como
un dimonio.
Uno muy listo era el mandón porque él no hacía nada mientras no dejaba de mandar a los
demás. Mangante se conocía al ladrón
y manorrota era el que no ahorraba,
el derrochador.
A Escucha venía a comprar pieles el tío malacara, apodo con el que también se
conocía al que se mostraba ceñudo o enfadado. Mardano, otro piropo, se dedicaba al que era un tanto basto, burro
o borrego. Maromo se decía de aquel
bruto y sin modales. El que era tranquilo, cachuzo o duro de mollera era
conocido por mastuerzo o maula si era de poca utilidad.
En cuanto a las costumbres, al que era algo vicioso,
se le tildaba de malacostumbrau. Peor
era el malafolla con que se designaba
a uno muy malintencionado, algo parecido al malaidea, que hacía las cosas con mala fé. En este sentido encontramos
el malaleche, referido al que tiene
mal humor o muy mal genio, similar a malaostia
o malasangre, malasombra, malaspulgas. En general, malapieza
era uno considerado mala persona o travieso. Otro que por ahí andaba era el malalengua, en este caso dicho del
faltón, aquel al que le gustaba insultar. Y en esta lista, aunque no era tan
malo, aparece el malandrián, que era
un malvestido. Malo no se consideraba al malastrazas,
sino torpe o sin maña, un manazas, un manirroto. Otra cosa, que le podía
pasar a cualquiera era la malapata,
malasuerte, aunque también se decía, en sentido no muy amigable, del que cojeaba.
Tampoco la mujer salía bien parada si se la conocía como malapecora, referido a su mala conducta. Y en uno de los escalones
más bajos encontramos al malmetedor,
cizañero y emponzoñador, que no es lo mismo que manifezero, que se entrometía en las cosas y conversaciones de los
otros. El mariador era un liante,
embrollador y pesado; el pesado y pelma matraco,
matraca
o matracas.
A algún chico, y no tan chico, era sentenciado como malcomedor, si comía poco o solo de las
cosas que le gustan y maljenio si
demostraba enfado o mal carácter. Malcarau,
sin embargo, era el descarado y maleducado, en fin, un malcriau; si además añadía desobediencia se convertía en malmandau. Existía el zagal muy
travieso, lo que es lo mismo, malo como
un dimonio.
Uno muy listo era el mandón porque él no hacía nada mientras no dejaba de mandar a los
demás. Mangante se conocía al ladrón
y manorrota era el que no ahorraba,
el derrochador.
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